Compartido se convierte en realidad


 Y mañana es el día, este dia que no quería que llegase, porque dentro mí se que algo grave tengo. Quizás como enfermera lo sé, la teoría siempre acierta y no lo puedo separar de mis pensamientos, pero mientras no te lo dicen siempre hay esperanza. No puedo dejar de pensar científicamente, pero el dualismo existe y sin darme cuenta soy también paciente, y aunque yo me sienta igual que hace un mes no lo estoy, ya no me concentro en estudiar, ese era mi objetivo por el que he estado durmiendo 2 y 3 horas diarias,  no he cogido la baja porque prefiero trabajar a estar pensando cada minuto de la noche en este día.

Son las 8 de la tarde, Haritz y yo estamos hablando de los críos y sin venir a cuento le digo que tengo cáncer, que no sé ni donde pero que las pruebas indican que puede ser pulmón.

Sus palabras se va desvaneciendo en mi pensamiento, palidece, se sienta, suspira y se envuelve en un silencio herido, roto por el hastío de mi secreto, incomprensible, por el sufrimiento de  no haberle dejado acompañarme, pero comprensible con mi terquedad ante las batallas lidiadas siempre en soledad. No hay negativa esta vez por mi parte a su compañía y el lo agradece.


El diagnóstico no ha tardado en llegar. La sanidad pública esta vez ha sido rápida, quizás en mi caso demasiado vertiginosa.

No hay marcha atrás, mi diagnóstico es Cáncer de pulmón. 

Sus palabras, rebotan en mi cabeza, cierran mi campo visual en un pequeño punto azul situado en el cuello de la bata impoluta de la Dra. Fernandez, a la que antiguamente había acompañado al otro lado de la mesa en más de una ocasión.
 
Ella continúa explicándome lo siguiente que vamos a hacer, pero mis ojos siguen observando esa pequeña mancha de tinta que no se irá en el próximo lavado. No me estoy enterando de mucho sólo retumba en mi cabeza cáncer, cáncer.

Han trascurrido 25 minutos de consulta, creo que,  he asentido unas 10 veces a sus palabras, otras 10 miradas cruzada con Haritz, mi compañero que atónito aprieta mi mano cada vez más fuerte ,como si sintiese que puedo llegar a escurrirme si no lo hace. 

Salimos de la consulta sin mediar palabra, el llora yo le consuelo, el balbucea un te quiero , yo complejamente serena acerco mi índice a sus labios y le clamo silencio, un silencio que decidí romper 13 horas antes, cuando sin previo aviso, le dije que aunque no le habían puesto todavía nombre yo sabía que tenia cáncer.

 Un silencio que intencionadamente había guardado durante 15 días, necesitada por mi forma de ser, de asimilar las cosas, esa necesidad de comprender antes de trasmitir, esa complejidad que me acompaña en mi yo interior , esa necesidad de silencio para interiorizar el temor a no estar a la altura, el temor a hacer daños a mis niños, el temor a dejar de controlar todas las variables que puedan perturbar mi entorno, el silencio para poder entender el por qué ,por qué a mi, y por qué ahora.  El silencio que me hacia sentir que quizás no existiera.  

Durante estos 15 días no he podido dejar de pensar en ellos, en  mi familia, en el daño que les podía hacer este diagnóstico. No me da miedo el sufrir ni siquiera el morir , me dan miedo ellos, siento que mi labor en esta vida son ellos, que todavía mi vida está inconclusa, ellos son mi meta y con tan sólo 14 años no merecen este golpe, son tan frágiles y tienen tanto que recorrer. Me siento llena de vida, una vida ligada a los demás, a Haritz, a Aintzane y a Xabier, siempre hablando de los viajes que vamos a a hacer juntos, de los nietos que van a darme, de sus metas como personas y el miedo a no estar allí me corrompe la existencia. Necesito vivir y acompañarles un  ratito más en su viaje, necesito que ellos no sientan el día de mañana que les abandoné, necesito sentir que estaré allí con ellos disfrutando pero sobre todo haciéndoles disfrutar de mi presencia.

Han sido tantas las veces que hemos hablado de mi juventud sin mi padre y de mi maternidad sin mi madre, me han preguntado tantas veces por el  qué siento cuando los necesito ,que no puedo dejar de pensar en el sufrimiento que puede llegar a ser mi ausencia. Y miro a mi propia existencia y sé que esto les hará más fuertes y nunca dejarán de sentirme , pero me angustia pensar en ellos sin mi.
 
No ha habido reproches, él sabe como soy, el intenta escapar de este momento , un momento duro e intangible, donde una capa de hielo ha envuelto su corazón frágil y herido, un hielo que escudriña cada sentimiento de impotencia y desidia que alberga su alma. 

 Sin decir ni una palabra nuestras mentes conectan en el deseo de combatirlo juntos.  Y agarrados de la mano comenzamos a caminar y en ello estamos.


#Larruas#ElSilencioDeMiYo#ReyesBarrero 

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