La primera Batalla


Sábado 13 de febrero, segundo   dia postquimio, una desazón invade mi empequeñecido cuerpo, mis piernas se convierten en alambres inamovibles, ni siquiera por los títeres excepcionales que me acompañan con sus silencios respetuosos ante la situación tan inusitada de ver a su madre al otro lado de la línea. Sufro, suspiro, pero sobretodo recuerdo que las grandes batallas se ganan luchando, no sin sufrimiento pero con vigor por superar ese listón que la vida me ha puesto alto. 

Sobre mi cuerpo yace una losa inamovible, creo que hace muchísimo tiempo que no había estado tanto tiempo postrada en mi cama, últimamente y debido a la pandemia cuando el trabajo, mis hijos y mis estudios me lo permitían mi manera de cuidarme ha sido ejercicio y más ejercicio, transitar por los verdes bosques, las áridas Bardenas y escuchar el correr de las aguas cristalinas de los ríos Irati, Arga Aragón y jugar al Pádel ese recién descubierto deporte que saca todo desde mis entrañas,  han contribuido a intentar sanar mis miedos, miedos a contagiarme, miedo a fracasar como madre, como esposa o como enfermera, y ahora no puedo trasmitirles a mis piernas que me aguanten de pie. no me reconozco. Ni siquiera puedo andar 5 metros sin miedo a caerme porque mis piernas no me aguantan.

Pasan las horas y el cansancio es enorme, mi sueño no es reparador y eso me incomoda, en otras condiciones con tres horas eran suficientes para reponerme y llevo 20 y no encuentro alivio a mi desazón y no consigo mantener ni 5 minutos mis parpados abiertos.


 Ahí están los dos , de pie observándome sin romper el silencio de su madre postrada ante la adversidad, silencio para un descanso poco frecuente en su progenitora, que pocas veces han visto dormir tantas horas seguidas, y sus voces susurrando.-¿ estás bien?, imperceptibles por la dulzura de su voces,  que me alientan a aguantar esos dolores punzantes e ilocalizables, que me acurrucan buscando el frescor de los pocos huecos de la cama que todavía no he ocupado .

Y esa mirada sutil, emocionada, impotente de Haritz que rehúye cruzarse con la mía para no mostrar su desazón, su ganas de romperlo todo y abrazarme y acurrucarse a mi lado, de tomar mi dolor y apropiárselo para no verme sufrir, esas ganas de despertar de esta pesadilla, eso me hace concentrarme y no  sentir la pájara del dolor, el dolor en en el alma y en el cuerpo.

Empatía, no nos podemos ni imaginar que es esa palabra cuando nos referimos a los pacientes con Cáncer. Soy enfermera y enferma y ahora que lucho esta batalla me doy cuenta que la he infravalorado muchas veces, es más que empatía lo que siento que necesita cada uno de ellos, siempre pensé que llegaba a empatizar con ellos, pero es casi imposible llegar a conseguirlo.

Ahora que soy yo en primera persona quién esta al otro lado de la línea, tengo que agradecerles cada una de esas sonrisas que me han brindado, sufriendo pero luchando. Yo también voy a sonreír  estoy pasando  la primera batalla, quizás la más fácil de las venideras pero con ganas y tesón conseguiré contagiarme de la fortaleza de cada uno que me regalaron su sonrisa. Cogiendo fuerzas para el próximo combate.

Llevo desde el viernes desconectada de los demás, quizás es también una tarea de la que no tengo costumbre, siempre he tenido la necesidad u obligación de cuidar a alguien , quizás desde que tengo uso de razón la enfermedad siempre a acompañado a un familiar o en su ausencia A mis pacientes.
Por lo que estoy sintiendo en mis entrañas siento alivio de poder estar en mi casa, en mi intimidad, sin la necesidad de desnudar mis flaquezas y mi dolores a nadie, porque ellos, mis niños y mi marido, mis hermanos, y mis sobrinos han demostrado una pulcritud extrema para que mi deseo de soledad se respetase, ahora recuerdo cuando mi cuñada me decía, " quiero estar sola " y me sentía desplazada viendo a mi hermano cargar con todo. Ahora entiendo que lo verdaderamente importante en estos casos es respetar el silencio, el yo interior de cada uno, el saber que si se necesita algo ya se pedirá. Y no es por vergüenza, es por necesidad de sentirlo sólo, de mirar en nuestro interior, de luchar y descansar la mente y el alma durante 4 ó 5 días .y cuando eso ocurra ya compartiremos .

La tarde esta siendo muy larga, demasiado larga, mis hijos ni siquiera encienden la luz del pasillo, entreabren la puerta y con sigilo atisban mi cuerpo enrollado en las sábanas sin percibir ningún movimiento.

Son las diez de la noche Haritz me trae algo de líquido y medicación, Aintzane y Xabier susurran en el pasillo,  y al oír su voz sumerjo de debajo de mi ovillo de sábanas y les invito a entrar.   


Y los 4 juntos conseguimos desmarañar el ovillo, cambiamos las sabanas de forma, dejamos que el frescor de la noche las impregne de nuevo y ante  su marcha a dormir los cuatro entralazos en  un sueño separados por tabiques pero unidos en nuestras almas  logramos llegar al domingo y volver a sonreír.


#ReyesBarrero#Larruas#ElSilencioDeMiYo




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