Necesito volver a ejercer.




Después de una semana de la inmunoterapia me siento bien. Antes los días posteriores a la quimio eran muy duros pero esta vez no he tenido ni cansancio, ni dolor ni hastío. Todavía tengo secuelas de la quimio pero cada día desaparecen un poquito y me encuentro mejor.

Y de nuevo mi cabeza comienza a elucubrar y el sentir la necesidad de sentirme en mi papel de enfermera y volver a sentir mi profesión desde dentro.

Cada día me levanto y soy feliz , me encuentro fuerte, con ganas para seguir luchando pero al anochecer cuando todo es silencio no me siento completa, me falta mi medio ser, aún enferma sigo siendo madre, sigo siendo hermana, amiga, y mujer pero no soy enfermera y eso me mengua, y es duro porque yo no sólo iba a trabajar, yo crecía como persona cada vez que conseguía ayudar a un paciente, y eso me falta. Quizás sea difícil de entender pero es como si fuese una adicción, echo de menos el olor a Betadine del hospital, el efecto del sueño cambiado, la vuelta de las tres de la mañana, echo de menos las risas con mis compañeros, el olor del café a las 12 de la noche, las analíticas de las 6 de la mañana, los nervios del comienzo del turno sin saber dónde me tocará trabajar, en definitiva siento que falta mi esencia, mi vida, mi vocación.

Estos dos últimos años he tenido la suerte de poder trabajar en equipo con personas que lo han dado todo por sobrevivir en el trabajo, en casa y en la calle sin flaquear ni un instante, he descubierto la enfermería que quizás habíamos escondido para dedicarnos a lo esencial, a cuidar a nuestros pacientes, a sufrir sus miedos, y su soledad como nuestra, hemos servido de vehículo de comunicación para sus familias, les hemos ofrecido nuestra mano como único instrumento para intentar paliar su agonía, hemos aprendido a acompañar en sus despedidas, hemos tenido la suerte de crecer como personas y como profesionales, y hemos aprendido a amar nuestra profesión.

Pero eso se frenó en seco, con un fatídico diagnóstico, con unas palabras que me congelaron el alma,
y cuando encuentras algo que te llena es muy duro no poder continuar ejerciendo lo que más me llena que es mi profesión, y cada día cuando me acuesto siento la necesidad de prometerme que volveré, que vestiré de nuevo mi traje gris y mis zuecos.


A día de hoy todavía abro la aplicación que me decía día si día no ,donde tenía mi destino. Y busco dónde están mis compañeros  y me entristezco porque me gustaría estar allí, ayudando a mis pacientes. Y lloro porque parte de mí teme no poder hacerlo nunca más, y eso me sume en una tristeza inexplicable. Sé que quizás debiera pensar en disfrutar de mi vida, con los míos, pero yo siento que mi trabajo es parte de mi vida y que en el hospital reside mi segunda familia y la echo de menos. 

En esta carrera del cáncer sé que hay altos y bajos pero ahora mismo yo no me siento enferma y eso me hace añorar mi profesión, sé que es pronto pero cuando tu cuerpo te lo pide creo que es  buena señal y que muchos a mi alrededor no lo entienden pero es como dice mi blog la esencia de mi yo.

Comentarios

  1. Siempre has sido enfermera, desde que eras una estudiante joven y llena de ilusión hasta ahora, y más que nunca. Eres como esa luz que nunca se apaga y nos indica el camino. Eres especial y seguirás siéndolo, solo es una pausa para rellenar el aceite de tu lamparita. Besos

    ResponderEliminar
  2. Ya verás cariño mio .como sin darte cuenta pasará el tiempo y volverás a esa tan ansiada vocación. Tu cuidate como lo estás haciendo que en breve te pondrás tu traje y tus zuecos ..bs.tq.

    ResponderEliminar
  3. Ganas de volver a verte de gris y compartir ese cafe entre risas, ganas de ver que secreto nos guarda la 3 de la mañana con cada puerta que abrimos. Aurrera Reyes, aurrera. Algún día te vere a las 8 cambiandote de uniforme en el vestuario.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Y mis pies en la Tierra.

Zorionak eta urte Berri On

La felicidad de mi verano