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Sin ti no soy nada

Ya llevamos 30 años juntos, con vivencias muy dispares, hemos llorado, reído, gemido, hemos susurrado cuando no nos oíamos, hemos gritado cuando no nos escuchábamos y hemos sentido, si sentido, un amor el uno por el otro en momentos desmedido. Durante este tiempo siempre has estado a la izquierda, centrado en tu trabajo, dejándote guiar siempre y dejándote hacer, y yo matriarca pensando que todo lo debía hacer yo, que todo era como yo decía ,en fin haciendo siempre lo que la mamá decía. Era cómodo para ambos y cuánto me costó darme cuenta que no era así. Y me diagnosticaron y mis miedos crecieron, oh mis niños, oh Haritz sabrán vivir sin mi, sabrá su padre cuidarlos, habré hecho bien la labor de madre, serán felices. Y entonces como si de un trono surgieras comienzas a dejar brotar a un Haritz dador,un Haritz extremadamente Sensible, comunicativo , empatico con cada una de las situaciones que la enfermedad apostilla nuestro día a día. Y allí a las 4 de la mañana tus manos frías impregn

Y mis pies en la Tierra.

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Y todo empieza a cambiar y de repente me observo, tan pequeñita, tan insignificante que todo a mi alrededor me eclipsa. No puedo respirar, no puedo dormir, no puedo levantar la cabeza y cada vez me encierro más y más y sin darme cuenta, las manos de mis hermanos, de mis cuñados, de mis hijos y los suyos, se unen y en un esfuerzo infinito me devuelven a la vida. Me dan la oportunidad de nuevo de sentir su amor incondicional, sin esfuerzo porque lo dejan todo, porque su amor fraternal siempre ha brotado con holgura. Pero de nuevo debo agradecerlo, siempre creyendo que la ley de vida sería la que me llevaría a cuidarles y devolverles todo el amor y sacrificio que han hecho por mí y son ellos quienes cuidan ,cuidan y me alientan a seguirles, a cada uno de ellos,salvando nuestros deshavenencias,arropan a mis hijos ,a Haritz y se vacían,y me colman de orgullo.  Y recuerdo cada uno de sus te quiero, cada uno de esos abrazos que olvidabamos darnos cada vez que nos despedimos y los

Zorionak eta urte Berri On

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Y van pasando los días y las sesiones, esta vez tan seguidas que casi no tengo tiempo de recuperarme, y el cansancio sustituye al dolor que ha ido disipandose a lo largo de las continúas sesiones de quimio. Ya cuatro sesiones y las noticias han sido buenas, mi cuerpo vuelve a combatir al cáncer y es la mejor noticia que una persona recibe cuando sólo han trascurrido 18 horas desde que te hicieron el temible tac y tus fuerzas sólo te piden dejar de luchar durante al menos unas horas, herida por la fatiga, el miedo y la desidia de no poder caminar no más que un par de kilometros antes de que la fatiga se apodere de tu mente.  Pero esas palabras de tu oncólogo que es todo empatía y no duda en levantar el teléfono para deleitarte con buenas noticias, que él sabe que son tu mejor medicina, hacen que no percibas cansancio alguno, y comienzas a resurgir como el Ave Fenix ,y una  llamada tras otra, y un llanto de felicidad, y un halo de esperanza comienza a alimentar tu alma, comienzas a senti

La huella de mi dolor

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  En esta fase de mi enfermedad un nuevo síntoma me ha acompañado durante casi mes y medio. El dolor, pero no un dolor cualquiera, el dolor oncológico. Un dolor diferente a cualquiera que había sufrido hasta ahora.  Durante mi vida profesional el dolor ha formado parte fundamental de mis planes de cuidados, de mi necesidad de encontrar el cómo poder aliviar el dolor de mis pacientes, pero nunca me había planteado cuán diferentes pueden llegar a ser los distintos tipo de dolor que una persona puede padecer. Todo comenzó de forma incipiente, un pequeño escozor justo encima del corazón me acompañaba cara al final del día. Y mi mente avispada enseguida encontraba la explicación a esa pequeña molestia en la necesidad imperiosa que mi mente tenía de demostrarme lo fuerte y en forma que me sentía encontrando en el exceso de ejercicio la causa de mi nuevo acompañante. Sin darme cuenta las molestias cada día comenzaban antes, primero a media tarde y al final del verano el dolor se

La felicidad de mi verano

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Y ha pasado el verano, esa estación proclive para disfrutar al máximo del calor de la familia, para compartir vivencias felices con niños y mayores, con hermanos y amigos que con tantas ganas abrazamos el primer día que nos vimos sin distancias, con sigilo pero cada vez más convencidos que nuestros abrazos pronto serían inocuos. Yo feliz, reencontrandome con mis mayores placeres de la vida, nadar, pasear y como no jugar a padel. Sin manecillas en mi reloj. Y me sumerjia en el agua cristalina, inolora balanceandose junto al bracear de mi cuerpo, sin estropear ni un apice su danza pausada, escudriñando cada centimetro de mi piel y sintiendo una blancura perpetua en mi mente, que sólo me permitía seguir hacia adelante, aunque sólo fuese unos metros más. Y después mis charlas contigo Felisa, sentadas en un césped cortado con mimo y sintiendo como cada segundo que estabamos juntas buscabas apaciguar mis ganas de seguir demostrandome que podía un poquito más, sin darme tregua al

GRACIAS CABALLERO

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Hoy me he dado cuenta de lo importante que es la lucha. Hoy Juan Carlos Unzué ha lanzado el chupinazo de nuestras fiestas, nuestros Sanfermines, un chupinazo muy especial porque representa la lucha, el querer vivir cuando la vida te pone a prueba, cuando aun la enfermedad va avanzando.  Hoy he recibido una lección, donde vivir el presente debe ser el objetivo, dónde cómo el dijo, las metas deben ser pequeñas y sin perdurar mucho en el tiempo. Donde no hay que pensar demasiado en el futuro sino disfrutar de las pequeñas y cotidianas cosas que nos regala la vida y los que nos rodean. Le veo sentado en su silla, con tanta alegría que me siento abrumada por su entereza, por las ganas de comerse el mundo, por las ganas de visibilizar que la vida está presente en cada uno de los momentos que podemos alzar nuestra voz. Diagnosticado de una de las enfermedades más crueles de la actualidad él alza la voz y yo me quito el sombrero, interiorizo este momento para poder al menos en los peores momen

Yo también quiero disfrutar.

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Semana de reencuentros, semana de saludos, sonrisas, abrazos y recuerdos. Después de tanta espera tanta sociabilización me ha agotado. Los cambios de rutinas, el exceso de actividad a lo largo del fin de semana modificando  mis horarios, me ha hecho volver a la realidad. Quizás pensaba que estaba más recuperada pero al final las emociones también agotan.  Y en la soledad interior cuando observaba a todo el mundo feliz, disfrutando de la música, de la fiesta algo en mi interior me frenaba, me recordaba que yo no podía estar feliz al cien por cien. Y me entristecía el alma, porque no conseguía apartar de mi cabeza, que quizás no tenga el tiempo  de mi lado, y me da rabia no conseguir disfrutar del presente porque pienso que mi tiempo es finito. Y después de rodearme de amigos , de familiares y de conocidos tuve la sensación de dejar pasar otra oportunidad de disfrutar al máximo por miedo a no poder volver a tener momentos iguales . E intento refugiarme en caminar, en nadar, en jugar a pá